No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy

No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy

Hoy quiero hablarte de la novia que tuve en la universidad.

Ella era una crack.

Inteligente, buena persona, me aguantaba… lo tenía prácticamente todo.

Sin embargo, había algo de ella que me ponía muy nervioso y con lo que chocábamos a menudo: la organización de los estudios.

Lo bueno y lo malo que teníamos es que los dos estudiábamos Derecho y Administración y Dirección de Empresas, con todo lo positivo y negativo que eso genera.

Mientras que yo era el típico empollón que trataba de llevarlo todo al día para no ponerse nervioso y después las épocas de exámenes las gestionaba mucho mejor, ella era lo contrario.

De las que se dejaba todo para el último día y después apretaba —con mucha ansiedad, todo sea dicho—.

No había un método mejor u otro peor, pero con el paso del tiempo, yo me he seguido decantando por el hacer mucho hoy y no dejar para mañana lo que pueda conseguir.

De hecho, cada vez que he dejado algo para mañana sólo me ha dado disgustos y la sensación de perder el control con mis tareas.

Por eso, siempre que puedas, haz hoy en lugar de dejar para mañana.

¿Existe algún método de productividad mágico?

La realidad es que siempre dependerás de ti mismo.

Existen muchas técnicas, pero si no te aseguras de cumplirlas, no te llevarán a ninguna parte.

Por eso, antes de buscarte Método Pomodoro, Técnica GTD o una de las 200 más que existen, mírate en el espejo.

¿Estás comprometido para sacarlas hacia delante o estás buscando delegar en una de estas técnicas lo que no has podido lograr solo?

Mira.

Yo a día de hoy no utilizo ninguna técnica particular, salvo sesiones de Pomodoro cuando veo que no tengo el día.

He preparado mi propia manera de trabajar en la que voy saltando entre tareas y eso me hace sentirme bien, con esfuerzos variados y que de alguna manera piense que no estoy siempre con lo mismo.

También sé que otros copywriters son más de concentrarte al 100% en una tarea y no parar hasta terminarla.

¡Cuestión de gustos!